En el colegio, en el instituto o en la universidad, no existen problemas de rechazo o al menos tú no los percibes. sino todo lo contrario; te ves como flor exótica. tus compañeros siempre te dicen: ❝si todos los gitanos fueran como tú...❞
Pudiera ser que alguien al ver a gitanos y gitanas que han accedido y superado estudios universitarios, crea que lo nuestro ha sido un camino de rosas, que pertenecemos a familias pudientes y que de alguna manera vivimos o hemos vivido entre algodones.
Me gustaría desde esta mesa pensar un poco en voz alta y contaros parte de mi camino para ver cuantas coincidencias o desconexiones hemos pasado todos aquellos y aquellas que tenemos una formación universitaria y ver sobre todo las perspectivas de futuro de las nuevas generaciones.
Cuando me atrevo a adentrarme en estos terrenos no me queda otro remedio que hacerlo pensando en el futuro de mis hijas. Hace unos años pocos, cuando me preguntaban o me preguntaba a mí mismo si iba a facilitar o apoyar el camino para que mis hijas estudiaran, se me enredaba un temblor de piernas y un nudo en el estómago... Entraban en conflicto dos posicionamientos. Uno como maestro gitano que cree en la promoción del pueblo gitano y cuya dirección pasa inexorablemente por la escuela, la formación, y otra la que como padre Que no quiere que sus hijas sufran, porque hemos sufrido, sobre todo las mujeres. Para poder llegar a terminar una carrera.
¿Y por qué han de sufrir?, me preguntaba alguien. Yo para mis adentros miraba a mi interlocutor y pensaba: "i Qué atrevida es la ignorancia!". Pensaba en mi camino, en el camino de estas primeras generaciones de gitanos y gitanas universitarios conocidos y que se dan a conocer -porque en otros tiempos ha habido gitanos que no se han dado a conocer o que se han avergonzado de su identidad o pertenencia étnica.
Por lo general estos gitanos y gitanas han sido o hemos sido los únicos en su ciudad o pueblo donde han vivido y casi todos hemos pasado por el mismo proceso.
Durante la infancia, en el periodo de primaria, la relación extraescolar y la escolar ha sido pareja. Es decir, hemos estudiado y jugado con los mismos chicos y chicas payos y gitanos y. por tanto, ha sido un periodo sin graves problemas. Pero a partir de los 14 años. Aproximadamente, la mayoría de chicos y chicas gitanos desaparecían del colegio y para los que nos Quedábamos comenzaba ese periodo de soledad. En el instituto estábamos solos y a la salida nos juntábamos con los mismos amigos o primos de siempre. Pero ellos, que habían comenzado a trabajar con sus padres, disponían de más dinero y por tanto uno no le podía seguir siempre el compás, ya se sabe cómo funcionan los recursos económicos de los estudiantes. No se podía acudir con la misma frecuencia que ellos a las discotecas, al cine o al billar. Y no tan sólo por el dinero sino también porque se necesitaba tiempo para los estudios.
Alrededor de los 18 ó 20 años el distanciamiento en la relación cotidiana vuelve a hacerse patente. Tus amigos gitanos, tus primos, son capaces de llevar una casa y empiezan a pensar en casarse. De esos pensamientos uno está a mil años luz y además, si un estudiante gitano se casara a esa edad, profesionalmente no podría hacer nada para ganarse la vida. Por tanto. ni se nos podría pasar por la imaginación la idea del matrimonio. Lógicamente, las motivaciones e intereses de tus primos, de tus amigos gitanos se distancian de los tuyos; mientras ellos se casan, tienen hijos y mantienen su negocio, tú todavía estás preparándote y, al mismo tiempo, distanciándote de esa forma de pensar (la de casarse tan joven). Tu círculo de amigos es prácticamente payo y el contacto con los tuyos se va desvaneciendo con el tiempo. Las experiencias personales las compartes con tus amigos no gitanos puesto que estás recorriendo su mismo camino.
La vida del joven gitano universitario transcurre por tanto en un paralelismo: por un lado, la vida familiar gitana dentro de casa y por otro, la vida escolar y de diversión paya. En ese periodo, tremendamente delicado, cuando se está forjando la personalidad, la influencia del grupo de iguales en edad es muy grande. También es cuando el joven estudiante comienza a conocer en mayor profundidad ese universo desconocido para la inmensa mayoría de gitanos y. por qué no decirlo, muy tentador; sin etiquetas, ni formas de relación tan tradicionales, tan encorsetadas, con un concepto de libertad distinto al que uno conoce. Libertad del individuo no del grupo. Las experiencias no las puedes compartir con tus primos. pues el mundo lo ves con distinto prisma, pero tampoco tienes la misma visión que tus compañeros payos de universidad. Te estás enriqueciendo pero no sabes qué hacer con ese capital y lo que es una riqueza se vuelve un problema, un gran problema de identidad.
En el colegio, en el instituto o en la universidad, no existen problemas de rechazo o al menos tú no los percibes, sino todo lo contrario; te ves como flor exótica. Tus compañeros siempre te dicen: "si todos los gitanos fueran como tú..." es decir, más parecidos a nosotros (los payos). Eso uno llega a asimilarlo y a creérselo, aunque al mismo tiempo existen, de manera sutil, exclusiones en tu relación con otros gitanos. Vas mamando poco a poco un complejo de inferioridad de ser gitano en el mundo no gitano y un complejo de ser universitario en el mundo gitano. En definitiva incomprendido, solitario.
Cuando terminas la carrera crees que tu deber es llevar a la práctica tus conocimientos y tu preparación para ayudar en lo posible a tu gente. Sin embargo, tu gente y en especial los gitanos que no son de tu familia, te consideran en muchas ocasiones un gitano "apayado" y es posible que tengan algo de razón. Por tanto, debes madurar, encontrar tu espacio y comenzar a estar seguro.
Toda esta fase es bastante dolorosa, porque todo el mundo se cree con derecho para poner en duda tu identidad, y los payos también te dicen que ya no eres gitano (bajo su concepto de lo que es ser gitano). En ese periodo de prueba es donde se libra la gran batalla. No se trata de que haya ganadores o perdedores, pero lo cierto es que tu línea de futuro irá por un camino u otro. En este período tienen mucha importancia el apoyo de tu familia, la mayor o menor tolerancia y madurez de los otros gitanos y el grado de influencia que la sociedad mayoritaria haya ejercido sobre ti.
Te estas enriqueciendo pero no sabes qué hacer con ese capital, lo que es una riqueza se vuelve un problema, un problema de identidad por tanto, todas estas presiones y el no poder comparti ry contrastar las distintas situaciones con alguien que haya pasado por lo mismo hace qUe no sea un período demasiado feliz. El tiempo se encarga de hacerte madurar y poner las cosas en su sitio, pero desde luego cualquier padre que sepa lo que es, se lo piensa una y otra vez antes de animar en los estudios superiores sobre todo a las niñas. Tal como se sigue pensando en la actualidad: los chicos tienen camino de ida y vuelta. Las chicas lo tienen más difícil.
Hoy mi opinión ha cambiado, supongo que por varios factores: por la edad, que como decía anteriormente se encarga de madurar muchas cosas, y sobre todo porque la situación en España ha cambiado considerablemente. En esta última década ha habido un notable aumento de gitanos y gitanas universitarias; ya no hay un porcentaje de uno con estudios por cada 500 Km a la redonda, sino que en una misma ciudad ya hay grupos de jóvenes que estudian, se conocen y comparten experiencias. Gracias al Congreso de Sevilla prácticamente nos conocemos todos y lo que es fundamental, hemos conseguido mantener esa relación con encuentros voluntarios. Sin depender de nadie. Autofinanciándonos, sin organización, con el máximo respeto y nos hemos sometido a exámenes reflexivos sobre lo que nos ha cambiado el paso por la universidad. Nos hemos dado cuenta de que nos hemos enriquecido. Que ya no somos unos "bichos raros". Que existen otros y otras como nosotros que han pasado por lo mismo, nos hemos convertido en una familia en la que incluso ha habido algún matrimonio. Hoy no me da tanto miedo que mis hijas estudien porque veo a gitanas que han pasado por la universidad y son felices. Están realizadas, están reconocidas como gitanas dentro de su ambiente familiar y en relación con los otros gitanos. Ya no es como al principio, cuando las primeras gitanas lo pasaron tan mal, cuando su identidad se ponía en duda, cuando ningún gitano mozo se atrevía a acercarse a ellas, o simple y llanamente, se dudaba de su honorabilidad por el hecho de haber estudiado.
Tanto ha cambiado la situación en algunos círculos gitanos -cada vez son más amplios- que hoy la familia que tiene un hijo o hija que está estudiando o ha terminado su carrera. se pone una medalla; si antes era una buena familia, ahora esta nueva situación lo confirma aún más. A mí esto me parece transcendental. Porque supone todo un cambio. Y hasta me atrevería a decir que es toda una revolución. Se pasa de ser una familia descatalogada por permitir que sus hijos estudien, a ser y mantener la categoría de "buena familia". Esto va a suponer en muy poco tiempo, que el paso normalizado por la institución escolar va a ser perfectamente asumido por el universo gitano y la soledad va a ser individualmente elegida y no forzada.
La universidad va a atrasar el matrimonio, a disminuir el número de hijos, a aumentar el bienestar y los programas dirigidos a gitanos irán por la vertiente cultural en vez de por la social... y no dejaremos de ser gitanos.
La universidad va a ser un elemento más dentro del abanico de posibilidades laborales. La edad de matrimonio se va a atrasar. El número de hijos va a disminuir. El bienestar va a aumentar, la violencia va a disminuir. y los programas dirigidos a gitanos irán por la vertiente cultural en vez de por lo social ... y no habremos dejado de ser gitanos y gitanas.
Hemos de prepararnos para el nuevo futuro: no podemos frenar este avance. Hemos de ser tan gitanos como para que no desaparezca esa gran virtud de adaptación de la que siempre hemos hecho gala. Vivir en el presente sin dejar de ser gitano del siglo XXI y no gitano del XVIII.
Ricardo Borrull Navarro es profesor y miembro de la Asociación de Enseñantes con Gitanos. Éste texto pertenece a la ponencia que Borrull hizo el 8 de noviembre de 1997 en el I Congreso Europeo de la Juventud Gitana.