LA APUESTA MULTICULTURAL EN LA COMUNIDAD GITANA,

por Ángel Giménez

Ángel Giménez

La idea central del multiculturalismo, surgida como respuesta a la diversidad creciente en nuestro tiempo, supone que las diferentes culturas y etnias deben ser reconocidas, respetadas y valoradas en igualdad de condiciones. Los gitanos españoles ayunos de estas condiciones debieran apostar por este enfoque político puesto que no sólo implica tolerancia, sino que además aboga por la protección de sus derechos específicos. En el enfoque multicultural se reconoce la diversidad como valor fundamental y se entienden las identidades como construcciones fluidas y multifacéticas que cuestionan las narrativas dominantes. Dado que la cuestión gitana en el Estado español trasluce la falta de coherencia y la escasa voluntad política de solucionar el problema, la apuesta gitana debe fijarse en la tendencia multiculturalista para adquirir el reconocimiento que esta comunidad precisa.


La dualidad ciencia política y comunidad gitana tiene en el multiculturalismo la respuesta idónea. Y la adecuación de esta perspectiva versa no tan sólo en el reconocimiento como un acto moral, sino que es condición sine qua non para la justicia y la cohesión social en las sociedades plurales. En principio porque el reconocimiento evita la asimilación forzada y promueve un diálogo intercultural que permite a las minorías mantener su identidad sin ser marginadas o quedar invisibilizadas. Así el enfoque multicultural valora y respeta las distintas identidades culturales y étnicas, puesto que el multiculturalismo surge como una respuesta a la diversidad creciente en las sociedades modernas y posmodernas. La idea central de dicho enfoque es que las diferentes culturas, etnias, religiones e, incluso, formas de vida deben ser reconocidas, respetadas y valoradas en igualdad de condiciones. Todo ello supone para la comunidad gitana española un camino que está todavía por andar pues el reconocimiento de las minorías culturales (y en nuestro país carecemos de un estatuto político y cultural diferencial) no sólo implica tolerancia sino, lo más importante, que supone la protección de sus derechos específicos, tal como el derecho a mantener su lengua, sus tradiciones y sus prácticas culturales.

«El reconocimiento de las minorías culturales no sólo implica tolerancia sino, lo más importante, que supone la protección de sus derechos específicos, tal como el derecho a mantener su lengua, sus tradiciones y sus prácticas culturales».

La tendencia que nos brinda el enfoque multicultural, dentro de la teoría política normativa, refleja un cambio hacia una visión más compleja, pluralista y respetuosa de las minorías étnicas en la sociedad actual. Esto es así, puesto que se reconoce la diversidad como valor fundamental y se entienden las identidades como construcciones fluidas y multifacéticas que cuestionan las narrativas dominantes que homogeneizan y silencian, a la par que analiza cómo las diferentes categorías sociales interactúan en la experiencia de las minorías. Lo cual, obviamente, contribuye a una comprensión inclusiva y democrática de nuestra sociedad contemporánea.

Desde la ciencia política uno de los enfoques que se encuentra sensibilizado con la variable de las minorías étnicas es, sin duda, el normativismo. Dentro del amplio paradigma que desarrolla el enfoque normativo podemos encontrar razones que son indefectiblemente el dedo en el ojo para la comunidad gitana española. La teoría política normativa es una herramienta esencial para el abordaje ya no sólo de las minorías étnicas sino también del multiculturalismo, entendido como un tentáculo bajo el paraguas de los criterios normativos aplicados al colectivo. Autores como Kymilcka, uno de los más influyentes en derechos de las minorías culturales y nacionalidades en contextos democráticos, ha defendido a cal y canto el multiculturalismo liberal, en su tesis central “defiende las políticas multiculturales ante la diversidad étnico-nacional. Dichas políticas han sido muy criticadas por los liberales igualitarios. Según ellos, distraen la atención de la lucha contra las desigualdades sociales, malinterpretan la marginación como consecuencia de la dominación cultural y restan apoyo a la redistribución al subrayar las diferencias y compartimentar la sociedad en segmentos culturales”. Es por ello que “La obra de Kymlicka ejemplifica muy bien la evolución de una nueva teoría universalista de la justicia en sociedades multiculturales a un enfoque comparativo y contextual que reconoce las precondiciones históricas de los modelos liberales sobre la ubicación de las minorías y las dificultades que se presentan cuando se trasladan a sociedades en las que los derechos de las minorías etnoculturales aún se ven como una amenaza para la seguridad del Estado”.

«La tendencia que nos brinda el enfoque multicultural, dentro de la teoría política normativa, refleja un cambio hacia una visión más compleja, pluralista y respetuosa de las minorías étnicas en la sociedad actual. Esto es así, puesto que se reconoce la diversidad como valor fundamental y se entienden las identidades como construcciones fluidas y multifacéticas que cuestionan las narrativas dominantes que homogeneizan y silencian los relatos minoritarios».

Las distintas corrientes políticas ofrecen diferentes perspectivas sobre cómo abordar la situación de las minorías étnicas, así que el liberalismo, por ejemplo, defiende la igualdad formal y la protección de los derechos individuales. Desde esta visión, la intervención debe centrarse en garantizar que las minorías étnicas tengan acceso igualitario a los derechos y recursos promoviendo la no discriminación y la igualdad ante la ley. Desde el socialismo y la socialdemocracia se enfatiza en la necesidad de reducir las desigualdades estructurales y promover la justicia social. Así, en esta corriente, la intervención incluye políticas redistributivas, educación inclusiva y participación política activa de las minorías para lograr una verdadera igualdad social. Desde la visión nacionalista y populista, en algunos casos estas corrientes pueden promover políticas excluyentes o asimilar a las minorías a la cultura dominante, lo que puede generar tensiones y conflictos. Sin embargo, también existen enfoques nacionalistas que abogan por el reconocimiento y la protección de las identidades étnicas dentro de un marco de mutuo respeto. La corriente que resulta más atractiva para el colectivo gitano es, sin duda, el multiculturalismo pues propone el reconocimiento oficial de la diversidad cultural y la protección de las identidades étnicas como un valor social. La intervención en este marco busca promover políticas de reconocimiento, participación y preservación cultural, fomentando sociedades plurales y democráticas.

«El reconocimiento, desde la óptica del multiculturalismo, busca evitar la asimilación forzada y, a su vez, promover un diálogo intercultural que permita a las minorías mantener su identidad sin ser marginadas o invisibilizadas».

Pero no se trata de corrientes políticas, ni mucho menos de partidos políticos que no han sabido catalizar la cuestión gitana, sino de enfoques y teorías en ciencia política. De modo que la perspectiva multicultural, como subárea del enfoque normativo, supone la apuesta idónea para afrontar la cuestión de Estado que emana del colectivo gitano en España. Pues es en el seno del multiculturalismo donde encontramos la esencia en la valoración y el respeto de las distintas identidades culturales y étnicas, dado que su idea central versa sobre las diferentes culturas, etnias, religiones y forma de vida que deben ser reconocidas, respetadas y valoradas en igualdad de condiciones. La perspectiva multicultural pretende dar respuesta a la diversidad creciente en las sociedades modernas y posmodernas; en donde el reconocimiento de las minorías étnicas no tan sólo implica tolerancia, sino que además implica la protección de sus derechos específicos, tales como el derecho a mantener sus lenguas, tradiciones y prácticas culturales. De modo, que en el ADN de esta perspectiva el reconocimiento no supone un acto moral sino también es condición sine qua non para la justicia y la cohesión social en las sociedades plurales como la nuestra. El objetivo ulterior del reconocimiento busca evitar la asimilación forzada y, a su vez, promover un diálogo intercultural que permita a las minorías mantener su identidad sin ser marginadas o invisibilizadas. La cuestión gitana en el Estado español trasluce la falta de coherencia y la escasa voluntad política de solucionar el problema. A fecha de hoy, algunas voces (cada vez más numerosas) claman en el desierto por un estatuto político y cultural. La esperanza es que dichas voces se escuchen. Desechadas por la posmodernidad las grandes narrativas universales, en las cuales el colectivo gitano ha salido mal parado, por su tendencia a homogeneizar y silenciar las voces de las minorías solo es necesario hacer un recorrido por todo el elenco de pensadores deconstructivistas que han cuestionado las verdades absolutas y universales promoviendo un cambio a través de una visión pluralista y relativista. Descentrando las narrativas dominantes y abriendo espacio a las historias, conocimientos y cosmovisiones de las minorías, tantas veces excluidas, o en el mejor de los casos subvaloradas, podemos obtener una visión del mundo más diversa, plural y respetuosa de las diferencias culturales y étnicas.

«El quit de la cuestión radica en que observar la diferencia lleva implícito reconocer que las minorías no deben ser vistas solo en términos de déficit o de marginación. Y también que observar la diferencia implica contemplar a las minorías como portadoras de forma de vida y conocimientos valiosos que enriquecen la diversidad global».

El paradigma multicultural aborda un cambio hacia una visión más compleja, pluralista y respetuosa de las minorías en la posmodernidad. Esto es así porque reconoce la diversidad como un valor fundamental entendiendo las identidades como construcciones fluidas y multifacéticas. La perspectiva multicultural, a diferencia de las narrativas dominantes que homogeneizan y silencian, analiza cómo las diferentes categorías sociales interactúan en la experiencia de las minorías. De ahí la contribución de esta corriente a una comprensión más inclusiva y democrática de las sociedades contemporáneas. El análisis profundo de la corriente multicultural permite entender que no todas las experiencias de exclusión o de reconocimiento son iguales, así que una mujer gitana, por ejemplo, puede enfrentar formas específicas de discriminación que combinan racismo, sexismo y pobreza. Esto permite diseñar políticas y acciones más efectivas y justas pues abordan las múltiples dimensiones de la identidad y la desigualdad.

Pero también esta concepción ha sido muy criticada pues los efectos de las políticas públicas multiculturales en los estados de bienestar no han superado las expectativas de fraternidad universal. Aunque autores como el mencionado Kymlicka defienda las posturas multiculturales ante la diversidad étnico-nacional, dichas políticas han sido muy criticadas por los liberales igualitarios. Según ellos, distraen la atención de la lucha contra las desigualdades sociales, malinterpretan la marginación social como consecuencia de la dominación cultural y restan apoyo a la redistribución al subrayar las diferencias y compartimentar la sociedad en segmentos culturales. Definitivamente en un mundo como éste parece haber pocos fundamentos para un acuerdo entre diversas culturas, de ahí el comentario de Daryl Glaser en el que “los que defienden unos derechos humanos de validez universal despiertan algo más que un debate académico. Se dirigen a un mundo marcado por la decadencia de proyectos universalistas como el socialismo o el liberalismo, la fragmentación nacional, religiosa y territorial, y el desarrollo entre las minorías étnicas de una actitud política basada en la identidad (…) Evidentemente, los defensores de los derechos universales insistirán en que la actual proliferación de conflictos entre comunidades simplemente pone de manifiesto la necesidad de criterios consensuados que sirvan para mediar entre reivindicaciones étnicas o culturales enfrentadas”.

«Las grandes narrativas universales, a saber, las ideas de progreso, de racionalidad o universalidad, han sido criticadas desde la condición cultural que supone la postmodernidad por su tendencia a homogeneizar y silenciar las voces de las minorías».

En la era de la globalización las minorías culturales y étnicas enfrentan desafíos y oportunidades para construir y expresar sus identidades. Es sabido que dichas identidades ni son fijas ni homogéneas sino fluidas y múltiples hallándose en constante construcción. Todo ello nos impele a dotar de un marco histórico la inserción de la perspectiva multicultural, en el que la condición cultural dominante es el posmodernismo y en un contexto dominado por la globalización. La construcción de las identidades en un contexto globalizado implica adentrarse en los conceptos de identidad y diferencia. Obviamente, el colectivo gitano en la actualidad enfrenta nuevos desafíos y oportunidades para construir y expresar su identidad. De una vez por todas, y afecta de pleno a los gitanos al igual que a otras minorías, en la era globalizada que nos toca vivir, es menester remarcar que las identidades no son fijas ni homogéneas sino fluidas, múltiples y en constante construcción. De ahí que siempre en este foro se haya abogado por la diversidad dentro del colectivo gitano. No es un marco idílico pues las bondades de la globalización han sido cuestionadas pues si bien es cierto que han permitido que las culturas interactúen, se mezclen y se transformen dando lugar a identidades hibridas y trasnacionales la crítica apunta hacia la consecución de tensiones, puesto que las minorías buscan afirmar su diferencia en un mundo dominado por narrativas hegemónicas. El quit de la cuestión radica en que observar la diferencia lleva implícito reconocer que las minorías no deben ser vistas solo en términos de déficit o de marginación. Y también que observar la diferencia implica contemplar a las minorías como portadoras de forma de vida y conocimientos valiosos que enriquecen la diversidad global.

Queremos poner en valor las bondades de la teoría normativa en el sentido que investiga las repercusiones que tienen los preceptos morales en la práctica política, por ende, se nos presenta como una teorización interesada en lo que debe ser como lo opuesto a lo que es en la vida política. Esto es un marco ideal para el estudio del colectivo gitano, en principio por cuestiones de igualdad en la diferencia y, en segundo lugar porque tiene muy presente el estudio de la autodeterminación y los derechos de las minorías. Hemos instalado el periodo de desarrollo de la teoría normativa aplicada en la postmodernidad, en pleno apogeo del fenómeno de la globalización y ello nos permite relacionarlo con la multiculturalidad. Ello refuerza la idea del concepto de cultura, en nuestro caso la cultura gitana, milenaria y sabia y con una lengua, el romanes, que articula todo el conjunto de la cultura romaní, Michael Keating, afirma al respecto: “Las culturas también tienen historiografía propia y tradiciones que actúan, no como descripciones objetivas del pasado, sino como instrumentos legitimadores de la interpretación dominante, de la definición de grupo y de un conjunto de valores”. La cultura se ha convertido en el elemento vertebrador de todo el proceso identitario, de modo que dichos términos ‑cultura e identidad‑ se utilizan a menudo de modo confuso, ora superponiéndolos ora haciéndolos coincidir. Sin embargo el giro culturalista es un hecho en el ámbito de la ciencia política puesto que las explicaciones culturales se han perpetuado en la cultura política. En la actualidad se vive como efervescencia el redescubrimiento de la cultura, y los normativos mantienen un avivado debate en torno a la idea del multiculturalismo, la de la identidad, el universalismo y el particularismo. El revival cultural en el ámbito en la investigación de la ciencia social ha agitado el avispero, pues: “…los enfoques culturales nos permiten ubicar a los individuos en el contexto social en el que se forman sus valores, aspiraciones y asociaciones y donde sus opciones adquieren significado”.

«En el contexto de las minorías étnicas y culturales, la interseccionalidad permite entender que no todas las experiencias de exclusión o reconocimiento son iguales, esto debe ayudar a diseñar políticas y acciones más efectivas y justas abordando las múltiples dimensiones de la identidad y la desigualdad».

Por supuesto que atañe de forma holística al nacionalismo y a la etnicidad, éste último como concepto resurgió con fuerza en el contexto del resurgir de la política de la identidad. Aunque no son únicamente los conceptos de etnicidad y de nacionalismo que han adoptado un marco cultural, sí es bien cierto que el concepto de etnicidad nos ha alejado de las antiguas concepciones raciales de etnicidad llevándonos a otras más culturales, aunque los racistas han cambiado de bando y proclaman, con total falsedad, que no se oponen a otros grupos por lo que son, sino por su cultura. Asistimos, por ende, a la crítica a las narrativas universales y al cuestionamiento de las mega narrativas homogéneas. Las grandes narrativas universales, a saber, las ideas de progreso, de racionalidad o universalidad, han sido criticadas desde la condición cultural que supone la postmodernidad por su tendencia a homogeneizar y silenciar las voces de las minorías. El pensamiento deconstructivista ha cuestionado la idea de verdades absolutas y universales promoviendo, en su lugar, un cambio de óptica bajo el foco pluralista y relativista. Descentradas las narrativas dominantes es hora de abrir espacio a las historias, conocimientos y cosmovisiones de las minorías, tantas veces excluidas o subvaloradas. Definitivamente la crítica a las narrativas homogéneas favorece una visión del mundo más diversa, plural y respetuosa de las diferencias culturales y étnicas.

Llegados a este punto tenemos que poner en valor el concepto de interseccionalidad que analiza cómo las diferentes categorías sociales, tales como género, raza, clase, étnia, interactúan y configuran experiencias únicas de discriminación o privilegio. En el contexto que nos interesa aquí, a saber, el de las minorías étnicas y culturales, la interseccionalidad permite entender que no todas las experiencias de exclusión o reconocimiento son iguales, esto debe ayudar a diseñar políticas y acciones más efectivas y justas abordando las múltiples dimensiones de la identidad y la desigualdad.

La identidad (gitana) ha cobrado nueva importancia en la ciencia social mientras que las antiguas narrativas totalizantes de las sociedades modernas e industriales pierden peso. La tendencia posmoderna a considerar la identidad como una categoría superior, en el caso del colectivo gitano, condicionan la conducta igual que supuestamente lo hacía la clase social en el pasado. En este sentido la identidad viene dada por la socialización dentro de una cultura, las minorías tienen su historiografía propia y tradiciones que actúan como instrumentos legitimadores de la interpretación dominante, de la definición de grupo y del conjunto de valores. La cultura es esencialmente un concepto colectivo aplicable a los grupos sociales que consisten en significados e interpretaciones compartidas y, en nuestro caso, la cultura gitana no es una excepción porque en el mejor de los casos nuestra cultura se localiza en el ámbito intersubjetivo, en el del intercambio social y en la construcción de significados compartidos.